domingo, 16 de mayo de 2010

Versos Coagulados III

Era un jilipollas, no le soportaba. Tan jodidamente pijo, tan horriblemente empalagoso. Alguien le dijo un día que tenía talento y desde entonces perseguía al viejo por todos lados. Era su sombra. El viejo me caía bien, pero no entendía por qué le daba tanta cancha a Pablo. Pablo, Pableras, hace un par de años tenía la colleja roja, era uno de esos tipos que nadie sabe por qué, un día se convierten en el objetivo de los matones al cruzar el umbral de la puerta. Pero dió un estirón y de repente empezó a interesarle a las chicas, a mí me parecía el mismo idiota, unos centímetros más alto, pero todavía tenía un mentón de cristal y más ganas de aparentar ser algo que de atreverse a serlo. Se apuntó a aquel taller de poesía, y reconozco que algunos de sus trabajos eran jodidamente buenos, pero siempre recargaba todo, lo cubría de un halo de misticismo vomitivo. Sentía que quería ocupar mi nicho ecológico, de repente empezó a leer libros de poesía y a dejarlos sobre la mesa aunque la clase fuera de matemáticas. Le faltaba una camiseta en la que pusiera "Aunque no lo sepas, soy el nuevo Lorca". Empezó a salir con Clara. Oh Clara, cualquier quinceañero ocuparía su mano derecha con sólo oler el pelo de Clara, y lo peor es que ella era de las que lo saben. Una de esas bellezas pérfidas, capaces de tirarse al inspector de aparcamiento por ahorrarse una multa, ajustarse la falda y largarse con la cabeza bien alta, como si le fuera legítimo.

Vaya al grano se lo ruego.

Vale, vale, pero no diga después que yo no le cuento nada. El asunto es, que dejó al pobre diablo, se volvió ermitaño, ya no exhibía sus libros de poesía y se piraba más clases de la cuenta. Fue por entonces cuando empezó a rondar al viejo, por lo que no sólo tenía que aguantarle en clase, sino que además tenía que aguantarle en el piso de enfrente. La de veces que me habré cagado en la familia del constructor por haber hecho tan finas las paredes.

Háblenos del quince de octubre.

El quince de octubre...¡Ah! la pelea, correcto.

Sí, la pelea.

Carlos Rodríguez empezó a tirarse a Clara. Rodríguez era el tipo malo de la clase, lo más bajo de lo bajo del instituto. Era un hijo de puta. Siempre iba perdonándole la vida a todo el mundo, menos a mí. Nos llevábamos bien desde el día que le disloqué el hombro.

Así que ustedes dos ya habían tenido trifulcas

No, no fue una trifulca, me quiso robar un paquete de tabaco, le retorcí la muñeca y se le salió el hombro. Se tiró una semana con un cabestrillo. No me gusta pelearme con nadie, soy bastante tranquilo pero...

Eso no es lo que dice su historial.

¡Déjeme terminar coño!

No me dé voces.

No doy voces, le digo, mis amigos suelen meterse en líos, y para mí los amigos son lo primero.

Debería cambiar sus compañías.

Suena como mi madre¿ Le enseñaron a hablar así en la academia?

¡Siga con su declaración!

El caso es que aquella noche yo estaba con Clara, hablando sin más, y Rodríguez se acercó a mí, me dijo que me largara, le dije me dejara en paz, que no iba a tocar a su chica. Lo típico, en plan conciliador ¿sabe? pero el cabrón me metió un puñetazo que me dolió como si me hubiese golpeado con una marra, me recompuse como pude y le empujé contra la pared, se dió de espalda y se vino a por mí como un potro desbocado. Yo parecía el puto Muhamad Alí a su alrededor, esquivando sus tarascadas que iban y venían. De repente, algo me solucionó el problema. Cabañas se le abalanzó encima, le tiró al suelo y con sus brazos de jilguero intentaba herir a Rodríguez. Le va a matar pensé. Cabañas decía nosequé de sentir el dolor, y de su boca saltaban hilos de saliva, estaba rojo como un tomate, fuera de sí, como encocado. Rodríguez se levantó y le metió un directo en el ojo derecho, empezó a sangrar por la nariz. Me ví en la tesitura de separar a Cabañas y hacerme el machito enfrentándome al imprevisible Rodríguez, al que no creo que llamasen "El Cheiras" porque fuera coleccionista de navajas, o bien encenderme un cigarro y mirar como hacía Clarita. Cogí la calle de en medio, y maldita la hora.Cogí un botellín por el cuello, y cuando Cheiras me dió la espalda para encarar a Cabañas y mandarle al hospital, se lo encajé en el cráneo. Cayó redondo. Pero sus amigos decidieron darse un festín con nosotros...
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-Corre hijoputa, corre mierdablanda

-Déjamelos, puedo con ellos

-Te van a matar, vámonos

Me encontraba fuera de mí, poseído por una ira que no había sentido nunca antes. Me sentía vivo por primera vez. Balú tiraba de mi brazo, trataba de poner sensatez. Como siempre. Balú siempre se preocupaba más de los demás que de sí mismo, por eso es un perdedor. Cuando ví al resto de la pandilla de el Cheiras, decidí oir a Pepito Grillo y salí corriendo detrás de él. Estaba algo gordo, pero corría como una gacela. Cruzamos un par de calles, y se metió en un parque, cogió dos piedras, y las lanzó certeras a dos farolas, dejándonos en la oscuridad. Me agarró y me tiró al suelo, detrás de un banco de acero.

-Shhh, estate calladito y pasarán de largo

-¿Dónde has aprendido?

-Si sigues hablando y nos encuentran, cuando me recupere te daré una paliza que te hará olvidar laque te den ellos

Me callé ipsofacto. Balú era un buen tipo. Se llevaba bien con toda la gente, no había forma de borrarle la sonrisa de la cara, incluso cuando todo le venía en contra, no sé de dónde sacaba las fuerzas para seguir adelante con todo lo que le pasaba. Le conocía del insti, era amigo de Clara, del colegio, de cuando eran pequeños. Creo que le caía mal porque estaba enamorado de Clara. Cuando salíamos juntos, Clara me decía que me llamaba, "el blandito". No le caía bien, creo que me envidiaba. Pero no le guardo rencor, los ojos de Clara eran demasiado poderosos. Los amigos de Cheiras pasaron de largo, dando voces, perdiendo nuestro rastro.

-Cabañas¿en qué coños estabas pensando para hacer eso?Te he tenido que salvar el pellejo, da gracias a la consistencia de los botellines de Mahou, si no ahora estarías en el hospital.

-Tu tío me lo mandó

-¿El viejo?

-Sí, tu tío, me dijo que tenía que coger la vida por los cojones, que tenía que enfrentarme a mis miedos, que tenían que partirme la cara por primera vez.

-Puto pijo de urbanización inconsciente ¿Sabes lo que has conseguido?Nos has buscado la ruina, estamos muertos ¡muertos!-Nunca había visto a Balú con esa cara, incluso cayéndole como una patada en la boca, había decidido ayudarme en lugar de borrarse como habría hecho cualquier otro. Había decidido compartir mi negro destino, ese que había decidido tener, para aprender de sufrimiento, como el maestro me dijo.

-Vámonos, duerme en mi casa esta noche, te estarán esperando en la parada del bus.

-Vaya, lo tienes todo estudiado.

-Mira chavalín, podría haberme lavado las manos y haber dejado que Rodríguez te ahostiara, pero no sé qué coños me ha impulsado a romperle el botellín en la cabeza. Ahora estamos jodidos, así que o aprendes a pensar rápido, o estrenarás una brillante silla de ruedas para que le pegues un "I love Jaime Gil de Biedma" en el lateral.

-¿Ya no te gusta Gil de Biedma?

-¿Te enseñó a escapar de una pandilla de canis ansiosos de sangre?No, ahora es más útil y necesario nombrar una cita de Sun Tzu que dice que te calles la boca y dejes que yo piense por los dos.

jueves, 27 de agosto de 2009

Apuntes sueltos

Ristra de deleznables poemillas rescatados de mi cuaderno para reanimar a este pobre comatoso:

Yo era el chico de la esquina
el del pelo rizado y la barriga
afanado en escribirle canciones
a tu sonrisa, a esos ojos que pones

Sin haber rozado tu piel
ya imaginaba, creía saber
que escaparías conmigo
que brotaría whisky
de
tu
ombligo

Y brotó abandono
brotó veneno
y ahora solo
desconfío y aprendo
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Acumulo listas de derrotas
las grabo a veces en dos rocas
y llamo a Moisés, que las lea
a incrédulos que buscan pelea

Los dioses nos dieron
la espalda,
las soluciones,
el fuego

y nosotros, es cierto
quemamos todos sus templos

Olvidamos enseñanzas
aprendimos de nuestras faltas
a base de hostias
que nunca serán sagradas

No sacrificamos corderos
eso no sería lo correcto
ni bailamos desnudos
eso sería menos absurdo

Eso sí, honramos a héroes
que nunca mataron a Hydra
traicionamos al vecino
e hipotecamos nuestras vidas...

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Si soy yo quien busca su destino
escarbando en madrigueras sin fondo
peleando por sueños perdidos
emocionado parcialmente, por casi todo

Dime qué vida llevas a tus hombros
tú que vas envidiando vidas ajenas
un estratega perparando sus robos
pero siempre tendrás, pesadillas con ellas

Mientras yo sigo hurgando en mis miserias
intentando no copiarle versos a Bob Dylan
buscándole el sentido a noches de ferias
disfrazados con trajes de balas perdidas.

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La lluvia cae sobre mi espalda
sentirse vivo es más bien barato
hoy no quiero recortar mi barba
hoy quiero estar parado

Y observar deshacerse los días
sentado en el parque en un banco
recordar como solías
besar mis labios

miércoles, 29 de octubre de 2008

Arquímedes Yáñez: Labios calientes, ciudades congeladas

En esta ciudad el clima es como sus habitantes. Todo tiene que ser a la tremenda. Aquí la lluvia duele sobre la cabeza, el viento deja cicatrices en los párpados, el calor abrasa las aceras y el hielo congela el café recién hecho en mi cafetera, debería cerrar la ventana de la cocina mientras me ducho. Los habitantes de esta ciudad son como su clima, si te odian te odian a matar y si te aman el mínimo desaire transformará el amor en locura. La cantidad de jilipolleces que puede pensar uno cuando se encuentra atado a una cama después de que le haya vaciado el piso una lugareña. Creo que había una canción de los 1980s que advertía sobre el peligro de meter a una ex-convicta en tu cama, pero me dejé llevar por Lluis:

-¿Esa es "La Vaciadora"?¿Te está tirando los tejos "La Vaciadora"?- Lluis llamaba así a Amanda porque según él, los pisos no era lo único que vaciaba. Una chica tan preciosa no debería tirar su vida de esa forma por el retrete.

-No sé si arrestarla o invitarla a cenar.

-Yo sí que le daría de cenar.

-A tí te debería de bastar con esa novia que te has echado.

-Compadre, yo soy un alma libre- y tan libre, se tiraba a medio cuerpo mientras su querida novia apuraba su último año de carrera de medicina. Pobre ilusa.

Lucas no me hacía caso, dudo que le hubiesen drogado, el cabronazo de él se parecía muy poco a los viejos perros policía del cine como Rintintín o Jerry Lee, dormía demasiado. Conseguí mordiendo desatar una de las cuerdas. No piensen que de un modo eficaz o heroico, la zorra de ella había dejado un reloj de pared para que me diese cuenta de que el tiempo pasaba mientras yo me veía incapaz de desatarme. Al fín, a eso de las 14 PM conseguí liberarme, pensé que quizás habría sido generosa y me habría dejado algo de comida. Confuso me levanté y conseguí unos calzoncillos "ventajas de no lavar la ropa a menudo" pensé. Caminé por el breve pasillo hasta la cocina, confuso, sin terminar de comprender muy bien lo que había ocurrido. Llamaba a Lucas a voces, pero este gruñía quejoso por turbar su siesta matutina. Llegué a la cocina y allí se encontraba, aquella figura semidesnuda y sonriente, aquellos ojos verdes capaces de arrastrarte a un pozo negro sin necesidad de cantos de sirena.

-Te has acojonado ¿eh?. Me pareció gracioso.

-Podría pegarte un tiro ahora y arrestarte por agredir a un agente del orden público.

-¿Agredir? seguro que te dejarías volver a agredir de esa forma ahora mismo si yo quisiera. Sólo tengo que inclinarme sobre tí y...-se inclinó sobre mí y me besó, sus labios sabían a café recién hecho, no congelado- quítate esos calzones sucios, tienes todo ese desorden que llamas habitación en el salón, yo me voy a ir a trabajar ahora ¿nos vemos esta noche?.

-Sí -la respuesta viajó de mis genitales a mi boca sin que mi cerebro llegase ni siquiera a saber de su existencia.

-Pasaré por aquí, hasta luego madero- me volvió a besar, esta vez me hizo recordar por qué había acabado atado a una cama la noche anterior.

Después de "ordenar" mi habitación, saqué a Lucas a hacer algo de ejercicio. Mientras corría pensaba que la vida de los policías de baja es un auténtico coñazo, llevo años de entrenamiento para enfrentarme a la calle y a sus riesgos, y en mi primera semana recibo un balazo y me enrollo con una vaciadora de pisos. Estaba claro que había aprendido poco en la academia, que estaba muy verde. Un tipo se acercó a un grupo de niños y empezó a hablar con ellos, al principio no me pareció sospechoso, pero cuando agarró a uno del brazo y el niño se resistió todo lo que su fuercita le permitió, decidí esprintar hasta su posición. El tipo soltó al niño y empezó a correr. El hielo suspendido en el aire congelaba mis pulmones y los puntos parecían el campeonato del mundo de sogatira, cuando calculé que estaba a la altura me abalancé sobre él, pero acabé tragando el polvo del camino de tierra. El tipo se alejó lo suficiente como para que yo no le alcanzara. De repente ocurrió. A veces, muy pocas veces, Lucas se comportaba como un perro de verdad y no como un gato con orejas de sabueso. Ésta fue una de esas ocasiones, Lucas corrió y corrió, hasta que de un salto, le dejó un molde exacto de sus colmillos en la nalga izquierda del fulano. Me acerqué jadeando y con sangre en las manos por mi estúpida caída:

-Está usted arrestado.

-Me da igual, pero lléveme al hospital, estoy sangrando, puto perro de mierda.

La gente se acercaba para hacer sentir a Lucas como un auténtico héroe mientras yo llamaba a mis compañeros por el móvil. A ellos les omití la historia de mi trompazo, simplemente les expliqué lo inteligente y hábil que era mi viejo sabueso. Ya lo dice el refrán "A cazador joven, perro viejo". Meses después, aquel mordisco de Lucas en el culo de aquel pervertido se convirtió en una de las mayores operaciones contra la pedofilia en internet. El cabrón del chucho se llevó hasta una mención en un periódico nacional.

Continuará

jueves, 4 de septiembre de 2008

Nuevas canciones

Tres nuevas canciones( a falta de otras dos por grabar), grabadas a lo tonto y a lo loco, pero uno anda con poco tiempo y muchas ganas...



Sin título I.mp3 - Vitote



Mientras tanto.mp3 - Vitote



Tu fraude favorito.mp3 - Vitote



Espero vuestra opinión.

jueves, 24 de abril de 2008

Versos Coagulados(II)

-Pensé que no tendrías cojones para enfrentarte a la realidad.

-Me van los retos- le dije intentando no colorear mis calzoncillos mientras lo soltaba. Aquel sitio daba realmente miedo. Todo el mundo en silencio, bebiendo líquidos leñosos en copas grandes. Había un maromo de dos por dos al final de la barra mirándome con los ojos inyectados en sangre. Yo desentonaba, con mi cuaderno amarillo, mi camiseta de los Beatles, y mis zapatillas de deporte.

-¿Qué bebes?.

-Whisky con coca cola- dije temiendo la respuesta.

-Cuando dijiste whisky pensé que realmente eras un tipo con agallas, un hombre de verdad- supuse en aquel momento que antes o después me acostumbraría a sus ironías, pero el cabrón está bajo tierra y todavía resuenan sus jilipolleces en mi coco.

-La bebida no define a un hombre.

-¿Y qué le define a un hombre Sócrates?

-Sus palabras- por fín dije algo sin que me temblara la voz.

-Entonces los vendedores son personas maravillosas, salvan vidas y si les aprietas un poquito te hacen una mamada. A la mierda las palabras, las palabras son las mayores mentirosas del mundo chavalín. Las usamos para construirles a los demás su realidad sobre nosotros, que es muy distinta a nuestra realidad. Lo único sincero que existe es el silencio. Paco, pónle a este chico whisky sólo, que está en edad de crecer.

Aquello sabía a lubricante de motosierra, por el regusto a madera que dejaba, pero en el estómago sentías una puñalada y en la cabeza un mazazo. Era lo más parecido a una paliza que me habían dado hasta entonces.

-Esa es tu libreta, chaval te sobreestimas. Nunca uses un cuaderno tan grande, los cuadernos grandes piden ser rellenados, y cuando quieres rellenar algo, de forma inconsciente lo rellenas del mismo contenido que tu colon. Las libretas pequeñas te hacen depurar los versos, no escribes al no ser que sea algo que realmente merezca la pena guardar. Pásamelo- comenzó a pasar las hojas mientras mordía lo que quedaba de un puro que apestaba a barato.

Se quedó allí, a la luz tenue y rojiza que iluminaba la barra, en silencio durante dos horas. Cada vez que intentaba decir algo me clavaba los ojos. Me bebí otras dos palizas y el maromo del final de la barra parecía menos amenazante. Seguramente pasaba allí las noches por miedo al contacto humano, o era el matón de alguien más bajito y con más dinero que él. Al fondo había una mujer de unos 30 años lamiéndole la oreja a un hombre con la mirada perdida en el infinito y la mano metida en su pantalón. El camarero parecía tener pegado a su labio inferior un cigarro que no ví apagado en ningún momento. Los minutos pasaban y las nauseas que me provocaba el olor de aquel antro se iban atenuando. Él seguía pasando las hojas, su cara no cambiaba de posición. Cuando terminó, cerró el cuaderno y lo puso sobre la barra, pegó un trago largo a su copa hasta dejar sólo un hielo. Mientras mordía el otro hielo me miraba a los ojos. Estaba esperando su veredicto, su patada en el culo o su palmada en mi hombro. Arrancó una hoja y sacó un mechero, cogió el resto del cuaderno y lo tiró al suelo.

- No, no me jodas, mierda es el trabajo de tres años.

-Empezaste con quince años ¿no?. Chico, la mayoría de ese cuaderno recibiría un trato de lujo si lo utilizase para limpiarme el culo. Vomitivo y pegajoso. Lo único que merece la pena es esta hoja- era un poema bastante reciente, lo escribí el día en que mi exnovia del instituto me dejó por un jilipollas que estudiaba derecho. Estaba realmente enamorado de aquella chica, era casi perfecta, casi, porque si no hubiese sido tan puta sería perfecta. Pero tampoco habría llegado a estar conmigo. Aquel poema lo escribí borracho aquella noche al llegar a casa, me la agarré llorona aquel día, incluso había borrones de tinta entre las cuadrículas por alguna lágrima suicida sobre el cuaderno.

-Este poema me dice que a lo mejor te puedo convertir en un hombre de verdad, toma y vete a tu casa. Vuelve mañana a las tres de mañana.

-Pero si tengo clase pasado mañana.

-A la poesía le da igual qué cojones tengas que hacer, ella viene a tí, si escapas nunca se quedará contigo.

Mientras el autobusero maldecía a todos los conductores del mundo y a la luz del atardecer yo leía una y otra vez aquel poema:

Sellaste mi memoria con cola hirviendo
oxidando con fluidos de otro mis entrañas
a pesar de ello todavía tengo las ganas
de atarte a mi cintura con sutura para hielo

porque eres puro hielo quemándome
vaciando mi estómago a ritmo sincopado
dilatas mi boca con tu sexo amargo
pero tengo ganas de con tu piel arroparme

una vez más y mil veces si te pones
a tiro entre ceja y ceja de mi pluma
te dedico sonetos que no se esfuman
ni cuando haces que caduquen...mis cajas de condones.

Pensé mucho sobre ese poemilla. Es cierto que lo escribí con dolor y desde el corazón, y salió sólo, sin planteamientos ni esquemas, libre y descorazonado. Pero también pervertido. Pensé " a este tipo le basta con que meta dos tacos entre verso y verso y algo sobre algún coño...se cree Bukowsky el muy cabrón", ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, del lastre que son los prejuicios para el escritor.

Me tiré la noche en vela delante de una libreta pequeña que compré en la papelería de debajo de mi casa. No fuí capaz de escribir una sóla palabra. El whisky me hizo dormir como un niño sobre la mesa.

lunes, 21 de abril de 2008

Versos Coagulados

-¿Realmente quieres ser poeta chaval?, no sabes lo que dices, no tienes ni puta idea de qué es la poesía. La poesía es una zorra exigente, te roba el corazón una y otra vez. Siempre es más agradecida con los demás que contigo mismo, y cuanto más desagradecida es, más te gusta y más bella te parece.

-Pero maestro, sólo quiero escribir bellos versos para encandilar a las damas.

-Mira chaval, si quieres encandilar a las damas no escribas poesía, no empieces ni siquiera una triste libreta. Matricúlate en derecho y apúntate a un gimnasio. Olvida todo lo que sepas sobre historia, arte, literatura e incluso sobre deportes que no sean fútbol. Aprende a tratar mal a las mujeres y cómprate un buen coche. Eso todo te dará más mujeres que la poesía, más polvos y más saliva ¿contento?.

-Pero maestro, así no conseguiré el amor puro, no podré hablar de la pureza del amor entre un hombre y una mujer.

-Chavalín, deja de soñar, o de fumar marihuana, o lo que cojones hagas. No te ayudará a escribir mejor. ¿El amor puro? ese amor jamás lo podrás sentir porque el único que siente verdadero amor y lo valora, sabe que es demasiado importante como para alcanzarlo y perderlo. Porque el amor se pierde, desaparece. Lo que queda es el dolor, y sólo el dolor te hará un gran poeta, de los que llenan montañas de libros que nadie querrá publicar por el daño que puede hacer un simple verso. La angustia, ese es un sentimiento que perdura. La pérdida. Pero el amor...el amor es poseer a alguien y alguien siempre va a desaparecer, a perderse o a largarse con otro idiota.

-No estoy de acuerdo con usted maestro, el amor de Romeo y Julieta perduró en el tiempo, llegó hasta nuestros días.

-Eso es pura basura literaria, eso no es amor, es enajenación mental. Amor es ansiar despertarse cada mañana al lado de alguien, prepararle el desayuno, ver una película el domingo por la tarde abrazado a ella, follar a la hora de la siesta, recordar su olor y rellenar libretas...

-Entonces dice que el amor hace escribir poesía.

-Me refería a libretas con la lista de la compra.

-No mienta maestro, usted ha estado enamorado, y ha escrito poemas tremendamente buenos mientras lo ha estado, en sus primeros libros, en sus primeras servilletas de bar. Pero algo le ocurrió¿ no es así?- mi pregunta le cambió la cara, como si hubiese tocado en su centro de flotación.

-Chaval, recuerda esto-tosió sangre, una sangre negruzca, coagulada y la tapó con un viejo y sucio pañuelo de seda- el día que seas feliz sólo con oler su pelo, y todo lo demás te dé igual, el día que sólo su sonrisa te alegre el día, no la dejes escapar por nada en el mundo. No la dejes irse con otro, no te dejes llevar por el tiempo ni sueñes con que la olvidarás fácilmente. No busques consuelo en ninguna zorra, en ningún bar, ni siquiera en el fondo de un vaso de bourbon. Agárrala fuerte del talle y no la dejes escapar. O acabarás vomitando sangre delante de un inútil que quiere escribir poesía barata pensando en sí mismo. Cuando la encuentres sabrás de qué te hablo, ahora deja de hacerte pajas y de escribir versos melancólicos y pegajosos, coje una libreta y vete al bar más inmundo de la ciudad, empieza la casa por los cimientos, porque hasta que no aprendas a describir la inmundicia, no sabrás describir la luz. Yo llevo 30 años intentándolo y aún no he acabado.

-¿Le veo mañana maestro?

-Sólo si tienes cojones para enfrentarte a la realidad.

Cuando salí de aquel bar que olía a amoníaco, probablemente por la suciedad de los urinarios, encendí un cigarro para colapsarme las fosas nasales de algo que no fuese vomitivo. Aquel tipo era un idiota, aunque escribía como nadie. Pero era arriesgado dejarse caer por su cuesta abajo...

CONTINUARÁ

miércoles, 26 de marzo de 2008

Sus ojos

Ni en el más sórdido de mis sueños había soñado a una mujer como ella. Lo cierto es que bailar no bailaba muy bien, pero su mirada era como un puñal que aceleraba mi ya taquicárdico corazón.
Estaba en aquel pueblo que me había visto crecer, cazando las mismas historias para no dormir de siempre con mis otros dos jinetes del “alcoholcalipsis”. Aquella noche no difería mucho de otras que ya había derrochado en aquel bar, beber hasta derrumbarnos sobre nosotros mismos.

Demasiadas cervezas, Havanas y Legendarios, como para entrarle a ninguna chica. Demasiados conocidos en aquel bar. El problema de los pueblos es que todo el mundo sabe quién se ha tirado a quién, y eso le roba toda la magia a la mayoría de las mujeres que intentaban seguir el compás de aquellos dos ojos negros. Saber quién se ha tirado a una mujer es como haberla visto cagar, si es guapa te da igual, pero si su cara es mínimamente grotesca o su culo es como la pantalla del IMAX, es imposible concentrarse en otra imagen. Además, a mí me bastaba con sus ojos y mis copas. Ella cobraba por lanzarme sus miradas más sucias, por jugar con s labios y su lengua, por dar a algún torpe borracho la sensación de que existía un mínimo resquicio de esperanza de tirársela. Yo no apartaba la mirada de sus ojos mientras los demás no apartaban la mirada de sus caderas. Y su manager no quitaba la mirada de los borrachos. Acabó su turno, se subió un maromo de uno noventa de estatura y cero de neuronas, uno de esos pavos que se pasan cuatro horas al día en un gimnasio hasta ser capaces de levantar una cabra con su meñique, de esos que creen que “El Decamerón” es un cantante flamenco.


Todo el mundo aprovechó para calzarse otro trago y yo aproveché para hablar con la única chica a la que tenía pinta de no conocer ni de haberla visto en sueños. Me empezó a contar no sé qué historia de que ella no creía en Dios, que creía en la Diosa, en la Gran Madre, que para ella no existía el pecado, que para ella sólo existe el amor. Sonaba a rollo de secta, pero la chica tenía pinta de tener ganas de probar el asiento de atrás de algún coche cercano. “Yo soy cantautor”, esa frase solía apartar a las mujeres más pragmáticas, a esas que una madre elegiría para sus hijos, y dejaba sólo a las más taradas y pervertidas. Era casi como preguntarle si iba a poder echarle un polvo sin tener que invitarla a cenar. “¿Y has grabado algún disco?¿puedo escuchar algo tuyo?”,”Es difícil, la mayoría de mis canciones están en una carpeta con portadas de discos y dudo mucho que algún día salgan a la luz”,”Vamos que eres malo”. Su revés no me dolió, porque la mirada se había subido de nuevo al podio, y acaparaba toda mi atención. Sonaban canciones estúpidas, en inglés y en castellano, incluso alguna en portugués. Mientras la otra chica me contaba movidas de su trabajo, otro día me habría interesado por ella, porque las dependientas de Zara son una de mis debilidades, pero hoy no podía competir.

La sesión de contoneos batía mi lóbulo frontal, me desinhibía y me lanzaba a bailar. Yo nunca he sabido bailar, ni lo he pretendido, pero hacer un poco el gilipollas siempre atrae a mujeres con ganas de hacer el gilipollas y de acabar teniendo sexo de gilipollas. Pero esta vez era distinto, ella atrapaba mis movimientos y me movía como una marioneta con su mirada, la otra muchacha empezó a bailar pegada a mí. Movía mis caderas lentamente y clavaba mis ojos en ella. La dependienta se frotaba contra mí como si mi pantalón guardase el secreto del poder de su Diosa. De repente me sentía lleno de fuerza, dominante y poderoso. Pero creo que eso era culpa del Havana con Coca-cola. Yo ya no parecía un cantautor frustrado, era el guiñol de un semi-dios, poderoso cual Aquiles bañado por la sangre de un alcohólico dragón, pero dominado por su alquilada mirada. La dependienta me susurró al oído, “tengo mi coche ahí fuera”. La agarré por la cintura y la besé sin apartar la mirada de mi dueña. Mis manos se desplazaron por aquellos pantaloncitos blancos y estrujaron su culo. Me sentía dueño de todo lo que mis manos tocaban, pero aún así sólo podía pensar en sus ojos. Los hombres somos ambiciosos, nunca nos conformamos con lo que tocamos o poseemos, siempre estamos pensando en aquello que está lejos de nuestro alcance, aunque sea una botella de veneno.

Las calles estaban pobladas de una nieve que se derretía a cada paso que daba, desprendíamos calor como dos antorchas humanas. Me dio las llaves de su coche, demasiado coche para una dependienta de Zara, seguro que papá no consentiría lo que iba a pasar en la tapicería de su A3 GTI nuevo. Aceleré olvidando mi temor a la velocidad, porque nada me podía parar. Su mano izquierda recorría mi muslo, pero era insignificante, no me distraía de la carretera. Llegamos al viejo río, y el techo solar dejaba mirar a una Luna que hoy se enamoraba de mí y no como de costumbre. Su cuerpo se crispaba con cada movimiento, su cara se transformaba con cada movimiento, sus ojos se clavaban en mí, sin turbar mi concentración. Los corzos se debieron asustar de su aullido. Cayó sobre mí y me abrazó, yo sólo podía pensar en la bailarina. Silencio hasta el pueblo, se quedó dormida. Aparqué el coche sin despertarla le dejé las llaves en el salpicadero y me fui. Sólo podía pensar en la bailarina y en esos ojos.


Entré en el bar, estaba vacío, sólo los bailarines, el manager y los camareros recogiendo los restos del Viernes Santo, hace no mucho, fecha para el recogimiento. “Pon una ronda para estos señores”, le solté al camarero, la rechazaron, todos menos ella “Un tequila por favor”, “Que sean dos”. Duró un segundo en nuestras manos y dos siglos en nuestras gargantas.”Vaya polvo habrás echado gracias a mí”,”Tú no tienes abuela ¿no?”,”Venga, ¿te crees que yo no me doy cuenta?, ¿que estoy ahí como una “calientapoyas” echando miradas al azar?”,”Cobras por ello”,”No, cobro por bailar, no por alegrarle la noche al primer cantautor frustrado que me cruzo”,”¿Cómo sabes eso?”,”Te escuché en “Irish Rover” cuando trabajaba allí de camarera, pareces un tipo atormentado, pero me gustó tu música”,”Gracias, sólo trato de alegrar a la gente comparando sus vidas con otras más desgraciadas”,”¿Y me escribirás una canción?”,”Te escribiría un disco entero sólo hablando de tus ojos”. Me miró a los ojos, me puse en guardia de nuevo, se acercó a mi oído y susurró “pues todavía no has visto lo mejor”, mientras colaba su mano en mi bolsillo de atrás. De repente, el tarugo y su manager cayeron sobre mí como una maldición, el tarugo me agarró de los brazos, sin que pudiese moverme, el manager me puso la cara como una túnica de Nazareno. Me pateó el estómago una y otra vez, lo cierto es que no tenía fuerza ni para apagar una vela, pero el hijoputa de él era persistente. “Para que aprendas a no meter mano a quién no debes”. Ella se reía a carcajadas. Se agachó y le dije “¿Y ahora qué hago yo con esto?”, “Hazte una paja o escribe una canción”. Llegué a mi casa como pude y me dejé caer sobre la cama, a la mañana siguiente me dolía todo, me quité los pantalones ensangrentados, y mientras me dirigía a la lavadora, un papel cayó al suelo “Clara 6XXXXXXXX, espero que te recuperes y me llames Besos”. “Dios cierra puertas, pero abre túneles en las montañas”, pensé mientras trataba de reírme sin que me doliese la cara.