miércoles, 26 de marzo de 2008

Sus ojos

Ni en el más sórdido de mis sueños había soñado a una mujer como ella. Lo cierto es que bailar no bailaba muy bien, pero su mirada era como un puñal que aceleraba mi ya taquicárdico corazón.
Estaba en aquel pueblo que me había visto crecer, cazando las mismas historias para no dormir de siempre con mis otros dos jinetes del “alcoholcalipsis”. Aquella noche no difería mucho de otras que ya había derrochado en aquel bar, beber hasta derrumbarnos sobre nosotros mismos.

Demasiadas cervezas, Havanas y Legendarios, como para entrarle a ninguna chica. Demasiados conocidos en aquel bar. El problema de los pueblos es que todo el mundo sabe quién se ha tirado a quién, y eso le roba toda la magia a la mayoría de las mujeres que intentaban seguir el compás de aquellos dos ojos negros. Saber quién se ha tirado a una mujer es como haberla visto cagar, si es guapa te da igual, pero si su cara es mínimamente grotesca o su culo es como la pantalla del IMAX, es imposible concentrarse en otra imagen. Además, a mí me bastaba con sus ojos y mis copas. Ella cobraba por lanzarme sus miradas más sucias, por jugar con s labios y su lengua, por dar a algún torpe borracho la sensación de que existía un mínimo resquicio de esperanza de tirársela. Yo no apartaba la mirada de sus ojos mientras los demás no apartaban la mirada de sus caderas. Y su manager no quitaba la mirada de los borrachos. Acabó su turno, se subió un maromo de uno noventa de estatura y cero de neuronas, uno de esos pavos que se pasan cuatro horas al día en un gimnasio hasta ser capaces de levantar una cabra con su meñique, de esos que creen que “El Decamerón” es un cantante flamenco.


Todo el mundo aprovechó para calzarse otro trago y yo aproveché para hablar con la única chica a la que tenía pinta de no conocer ni de haberla visto en sueños. Me empezó a contar no sé qué historia de que ella no creía en Dios, que creía en la Diosa, en la Gran Madre, que para ella no existía el pecado, que para ella sólo existe el amor. Sonaba a rollo de secta, pero la chica tenía pinta de tener ganas de probar el asiento de atrás de algún coche cercano. “Yo soy cantautor”, esa frase solía apartar a las mujeres más pragmáticas, a esas que una madre elegiría para sus hijos, y dejaba sólo a las más taradas y pervertidas. Era casi como preguntarle si iba a poder echarle un polvo sin tener que invitarla a cenar. “¿Y has grabado algún disco?¿puedo escuchar algo tuyo?”,”Es difícil, la mayoría de mis canciones están en una carpeta con portadas de discos y dudo mucho que algún día salgan a la luz”,”Vamos que eres malo”. Su revés no me dolió, porque la mirada se había subido de nuevo al podio, y acaparaba toda mi atención. Sonaban canciones estúpidas, en inglés y en castellano, incluso alguna en portugués. Mientras la otra chica me contaba movidas de su trabajo, otro día me habría interesado por ella, porque las dependientas de Zara son una de mis debilidades, pero hoy no podía competir.

La sesión de contoneos batía mi lóbulo frontal, me desinhibía y me lanzaba a bailar. Yo nunca he sabido bailar, ni lo he pretendido, pero hacer un poco el gilipollas siempre atrae a mujeres con ganas de hacer el gilipollas y de acabar teniendo sexo de gilipollas. Pero esta vez era distinto, ella atrapaba mis movimientos y me movía como una marioneta con su mirada, la otra muchacha empezó a bailar pegada a mí. Movía mis caderas lentamente y clavaba mis ojos en ella. La dependienta se frotaba contra mí como si mi pantalón guardase el secreto del poder de su Diosa. De repente me sentía lleno de fuerza, dominante y poderoso. Pero creo que eso era culpa del Havana con Coca-cola. Yo ya no parecía un cantautor frustrado, era el guiñol de un semi-dios, poderoso cual Aquiles bañado por la sangre de un alcohólico dragón, pero dominado por su alquilada mirada. La dependienta me susurró al oído, “tengo mi coche ahí fuera”. La agarré por la cintura y la besé sin apartar la mirada de mi dueña. Mis manos se desplazaron por aquellos pantaloncitos blancos y estrujaron su culo. Me sentía dueño de todo lo que mis manos tocaban, pero aún así sólo podía pensar en sus ojos. Los hombres somos ambiciosos, nunca nos conformamos con lo que tocamos o poseemos, siempre estamos pensando en aquello que está lejos de nuestro alcance, aunque sea una botella de veneno.

Las calles estaban pobladas de una nieve que se derretía a cada paso que daba, desprendíamos calor como dos antorchas humanas. Me dio las llaves de su coche, demasiado coche para una dependienta de Zara, seguro que papá no consentiría lo que iba a pasar en la tapicería de su A3 GTI nuevo. Aceleré olvidando mi temor a la velocidad, porque nada me podía parar. Su mano izquierda recorría mi muslo, pero era insignificante, no me distraía de la carretera. Llegamos al viejo río, y el techo solar dejaba mirar a una Luna que hoy se enamoraba de mí y no como de costumbre. Su cuerpo se crispaba con cada movimiento, su cara se transformaba con cada movimiento, sus ojos se clavaban en mí, sin turbar mi concentración. Los corzos se debieron asustar de su aullido. Cayó sobre mí y me abrazó, yo sólo podía pensar en la bailarina. Silencio hasta el pueblo, se quedó dormida. Aparqué el coche sin despertarla le dejé las llaves en el salpicadero y me fui. Sólo podía pensar en la bailarina y en esos ojos.


Entré en el bar, estaba vacío, sólo los bailarines, el manager y los camareros recogiendo los restos del Viernes Santo, hace no mucho, fecha para el recogimiento. “Pon una ronda para estos señores”, le solté al camarero, la rechazaron, todos menos ella “Un tequila por favor”, “Que sean dos”. Duró un segundo en nuestras manos y dos siglos en nuestras gargantas.”Vaya polvo habrás echado gracias a mí”,”Tú no tienes abuela ¿no?”,”Venga, ¿te crees que yo no me doy cuenta?, ¿que estoy ahí como una “calientapoyas” echando miradas al azar?”,”Cobras por ello”,”No, cobro por bailar, no por alegrarle la noche al primer cantautor frustrado que me cruzo”,”¿Cómo sabes eso?”,”Te escuché en “Irish Rover” cuando trabajaba allí de camarera, pareces un tipo atormentado, pero me gustó tu música”,”Gracias, sólo trato de alegrar a la gente comparando sus vidas con otras más desgraciadas”,”¿Y me escribirás una canción?”,”Te escribiría un disco entero sólo hablando de tus ojos”. Me miró a los ojos, me puse en guardia de nuevo, se acercó a mi oído y susurró “pues todavía no has visto lo mejor”, mientras colaba su mano en mi bolsillo de atrás. De repente, el tarugo y su manager cayeron sobre mí como una maldición, el tarugo me agarró de los brazos, sin que pudiese moverme, el manager me puso la cara como una túnica de Nazareno. Me pateó el estómago una y otra vez, lo cierto es que no tenía fuerza ni para apagar una vela, pero el hijoputa de él era persistente. “Para que aprendas a no meter mano a quién no debes”. Ella se reía a carcajadas. Se agachó y le dije “¿Y ahora qué hago yo con esto?”, “Hazte una paja o escribe una canción”. Llegué a mi casa como pude y me dejé caer sobre la cama, a la mañana siguiente me dolía todo, me quité los pantalones ensangrentados, y mientras me dirigía a la lavadora, un papel cayó al suelo “Clara 6XXXXXXXX, espero que te recuperes y me llames Besos”. “Dios cierra puertas, pero abre túneles en las montañas”, pensé mientras trataba de reírme sin que me doliese la cara.

martes, 18 de marzo de 2008

Soneto del niño soldado

Lo escribí hace mucho tiempo, pero no ha perdido su vigencia. Hoy en África hay cerca de 200.000 niños soldado, cuya única educación será un AK-47, vino de palma y una muerte precoz:

Miradas vacías, en ojos de niños
llenos de heridas, llenos de gritos.
Ojos inocentes que no cazan grillos
no juegan al fútbol, son soldaditos.

Sin miedo ni nombre van despacio
y ya no distinguen ni sol ni nublado
infancia perdida con un AK-47
ni balones, ni barbies, ni magos reyes

Tú ahí sentado empuñando tu cerveza
como todo el mundo olvidas esta guerra
niños con poder, movidos como marionetas

África se muere y Asia se infecta
con capital, con poder, sin vergüenza
dominan el mundo, con tus papeletas.

lunes, 17 de marzo de 2008

Homenaje a Bukowsky

Es la historia más vieja del mundo, chica deja a chico, chica se tira a los bares desesperada, chica con la que acabo en la cama . Yo estaba en aquel bar peleando por seguir respirando el corcho disuelto en el aire. Aquello estaba lleno de paletos de fin de semana y putas de alerón y regguetón. Pero a mí no me interesaba nadie más que la camarera. ¿Quién no desearía tener en su cama a una mujer cuyo apéndice superior derecho termina en una botella de Jack Daniels?, algún idiota. Ella se apoyó sobre la barra y pidió granadina con vodka, "una más me dije", y seguí mordiendo hielos. Las horas pasaban y los dos nos cargábamos de motivos para acabar vomitando, "¿tú por qué bebes?", "¿Hacen falta motivos?", le contesté. "Todos bebemos por algún motivo, a nadie le gusta esta mierda, solamente la bebemos porque nos ayuda a sentirnos mejor", "Lo dirás tú, a mí me gusta el bourbon, pero claro, con esa bazofia que bebes", "Dame un poco de lo tuyo", dicho ésto se me ocurrieron montañas de lascivias con las que emplear ese vulnerable comentario, pero me limité a colocarle el vaso bajo con dos hielos en los labios. No llevaba carmín. Pero se dejó su sabor a granadina en mi vaso. "Eso es peor que el aceite del motor de un tractor", "Nadie ha dicho lo contrario, a mí me gusta", "¿Eres un tractor?", "Mierda, me has descubierto", se rió. Se reía de una forma estúpida pero encantadora, con sacudidas de atrás adelante agravadas por la intoxicación cerebelosa que comenzaba a padecer.

Pusieron "Loosing my religion" de REM, señal inequívoca de que debíamos irnos a comer un kebap, a un after a encasquetarnos pastillas de colores, a follar o a vomitar. Yo había elegido ésto último, para purgar mi cuerpo de mentiras y cicatrizar las heridas de mi estómago, pero ella era una acaparadora. Me agarró por detrás y me dijo "Llévame a tu casa", "La están fumigando", "¿Y dónde pretendes dormir?", "En tu cama". M atrevimiento habría desencadenado un bofetón si no hubiese sido por su borrachera y sus, desconocidas aún para mí, ansias de venganza. Olía a champú, su olor se clavaba en los pulmones y revolvía mi estómago. Empezó a despotricar de política, de que ya no luchamos por nuestros ideales, que nos consumimos en este mar de consumismo, de que ya no sentimos, que sólo respiramos. Que tenemos todo al alcance de nuestras manos y todo nos parece poco. Que vivimos anécdotas sólo por relatarlas después, que pensamos más en la apariencia externa que la sensación interna. Le metí la lengua en la boca para que se callase. Ella siguió mi línea de actuación. La miré. Borrosa estaba más guapa. Y ese olor dulzón me seguía atormentando. Nadie sabe cómo llegamos a su portal, pero de repente estábamos sentados en la escalera de su portal mientras ella liaba un peta. No me gustan los porros, pero necesitaba enterrar cebolleta bajo cualquier condición, fumado o sobrio. Ella seguía despotricando entre calada y calada "¿Y la música?¿Tú crees que ahora hay buena música?hoy en día los Rolling se comerían los mocos, qué vergüenza", "Perdona, ¿te gustan los Rolling?","No...ehm, es por poner un ejemplo","Dime, ¿cual es el último disco que te has bajado o comprado?", "Ese no es asunto tuyo", "Lo fácil es decir que tenemos las oportunidades y no las aprovechamos, que no sentimos y bobadas de esas, todo ese discurso de niñita de papá fumeta despechada, seguro que tu novio tenía un Audi y se dejaba rastas, o era de una ONG y se iba a esquiar a los Pirineos", "Tenía un Rover", "Ves como era por un tío, sólo os enfuerecéis por los idiotas y cuando estáis con ellos os embebéis de todas sus mierdas sin pararos a pensar un segundo en vosotras mismas, en lo que realmente necesitáis, y luego tenemos que venir los perdedores a enseñaros el mundo desde abajo, desde la mugre desde...", vomité, nunca un vómito fue tan acertado en una conversación,"el caso es quejarse de que no hacemos nada para cambiar lo que nuestros padres dejaron estropear, pero ninguno nos arremangamos, así que ¿quién es peor?, ¿el que es ajeno al juego?, ¿el que es parte de él?, ¿o el que lo permite mientras lo señala con su dedo acusador?", me besó para que me callara. Le supo a pota y tuvo que retractarse.

Subimos a su casa, recuerdo vagamente las paredes llenas de carteles sobre los problemas de África, como si esos carteles fuesen a frenar a las multinacionales del petróleo y los diamantes. Bebimos y fumamos más, pero en silencio, parecía mi funeral. Hasta que ella dijo "me dejó porque no se la chupaba","a eso sí que lo llamo yo incompatibilidad de caracteres","era un niñato","no me digas más, era un activista de todo financiado por papá, de esos que no paran de hablar de sí mismos y de la cantidad de cosas que han hecho por este mundo","más o menos","¿Y tú?","¿Y yo que?","¿Y tú qué has hecho por este mundo?", "supongo que no mucho","como todos, así que no te preocupes por lo que puedas hacer por el mundo, y piensa qué puedes hacer por tí". Y de repente me sentí vencedor durante un cuarto de hora. Todas las patadas en el culo, todas las heridas de la cara, todas las injusticias y desgracias eran una insignificante mierda en medio de la jungla. La chica resentida quería demostrarme por qué el idiota del Rover había metido la pata dejándola por una vegana tres años más joven, dejando claro que a ella sí le gusta la carne. A la mañana siguiente recogí casi todo lo mío que había caído al suelo en aquella casa y me marché. Le dejé café reciente y le mangué un gelocatil para la resaca. No busquéis finales felices, ya os dije al principio que ésta era la historia más vieja del mundo.


Sé que no es muy allá, pero esque he empezado a ver "Californication" que imita un poquito al maestro Bukowsky, y de repente he echado de menos un poquito de realismo sucio. Mañana reempiezo "Factotum".

domingo, 16 de marzo de 2008

Dando señales de vida

Abro un álbum de fotos vacío
aquí colocaré el resto de mi vida
futuras victorias, futuras heridas
montañas de arrugas, algún crío

mudanzas, algo que llamar mío
labios desconocidos, menos amigos
viajes planeados, Moscú sin abrigo
ahora parece lejano todo ese desafío

Terminarán los años de finales de curso
llegan las responsabilidades, el destino
romper con el pasado, ganarle el pulso

Terminará el barro en la sien el jueves
las tuches parciales, los placajes fallidos
pero aún no ha terminado, agárrate fuerte