miércoles, 29 de octubre de 2008

Arquímedes Yáñez: Labios calientes, ciudades congeladas

En esta ciudad el clima es como sus habitantes. Todo tiene que ser a la tremenda. Aquí la lluvia duele sobre la cabeza, el viento deja cicatrices en los párpados, el calor abrasa las aceras y el hielo congela el café recién hecho en mi cafetera, debería cerrar la ventana de la cocina mientras me ducho. Los habitantes de esta ciudad son como su clima, si te odian te odian a matar y si te aman el mínimo desaire transformará el amor en locura. La cantidad de jilipolleces que puede pensar uno cuando se encuentra atado a una cama después de que le haya vaciado el piso una lugareña. Creo que había una canción de los 1980s que advertía sobre el peligro de meter a una ex-convicta en tu cama, pero me dejé llevar por Lluis:

-¿Esa es "La Vaciadora"?¿Te está tirando los tejos "La Vaciadora"?- Lluis llamaba así a Amanda porque según él, los pisos no era lo único que vaciaba. Una chica tan preciosa no debería tirar su vida de esa forma por el retrete.

-No sé si arrestarla o invitarla a cenar.

-Yo sí que le daría de cenar.

-A tí te debería de bastar con esa novia que te has echado.

-Compadre, yo soy un alma libre- y tan libre, se tiraba a medio cuerpo mientras su querida novia apuraba su último año de carrera de medicina. Pobre ilusa.

Lucas no me hacía caso, dudo que le hubiesen drogado, el cabronazo de él se parecía muy poco a los viejos perros policía del cine como Rintintín o Jerry Lee, dormía demasiado. Conseguí mordiendo desatar una de las cuerdas. No piensen que de un modo eficaz o heroico, la zorra de ella había dejado un reloj de pared para que me diese cuenta de que el tiempo pasaba mientras yo me veía incapaz de desatarme. Al fín, a eso de las 14 PM conseguí liberarme, pensé que quizás habría sido generosa y me habría dejado algo de comida. Confuso me levanté y conseguí unos calzoncillos "ventajas de no lavar la ropa a menudo" pensé. Caminé por el breve pasillo hasta la cocina, confuso, sin terminar de comprender muy bien lo que había ocurrido. Llamaba a Lucas a voces, pero este gruñía quejoso por turbar su siesta matutina. Llegué a la cocina y allí se encontraba, aquella figura semidesnuda y sonriente, aquellos ojos verdes capaces de arrastrarte a un pozo negro sin necesidad de cantos de sirena.

-Te has acojonado ¿eh?. Me pareció gracioso.

-Podría pegarte un tiro ahora y arrestarte por agredir a un agente del orden público.

-¿Agredir? seguro que te dejarías volver a agredir de esa forma ahora mismo si yo quisiera. Sólo tengo que inclinarme sobre tí y...-se inclinó sobre mí y me besó, sus labios sabían a café recién hecho, no congelado- quítate esos calzones sucios, tienes todo ese desorden que llamas habitación en el salón, yo me voy a ir a trabajar ahora ¿nos vemos esta noche?.

-Sí -la respuesta viajó de mis genitales a mi boca sin que mi cerebro llegase ni siquiera a saber de su existencia.

-Pasaré por aquí, hasta luego madero- me volvió a besar, esta vez me hizo recordar por qué había acabado atado a una cama la noche anterior.

Después de "ordenar" mi habitación, saqué a Lucas a hacer algo de ejercicio. Mientras corría pensaba que la vida de los policías de baja es un auténtico coñazo, llevo años de entrenamiento para enfrentarme a la calle y a sus riesgos, y en mi primera semana recibo un balazo y me enrollo con una vaciadora de pisos. Estaba claro que había aprendido poco en la academia, que estaba muy verde. Un tipo se acercó a un grupo de niños y empezó a hablar con ellos, al principio no me pareció sospechoso, pero cuando agarró a uno del brazo y el niño se resistió todo lo que su fuercita le permitió, decidí esprintar hasta su posición. El tipo soltó al niño y empezó a correr. El hielo suspendido en el aire congelaba mis pulmones y los puntos parecían el campeonato del mundo de sogatira, cuando calculé que estaba a la altura me abalancé sobre él, pero acabé tragando el polvo del camino de tierra. El tipo se alejó lo suficiente como para que yo no le alcanzara. De repente ocurrió. A veces, muy pocas veces, Lucas se comportaba como un perro de verdad y no como un gato con orejas de sabueso. Ésta fue una de esas ocasiones, Lucas corrió y corrió, hasta que de un salto, le dejó un molde exacto de sus colmillos en la nalga izquierda del fulano. Me acerqué jadeando y con sangre en las manos por mi estúpida caída:

-Está usted arrestado.

-Me da igual, pero lléveme al hospital, estoy sangrando, puto perro de mierda.

La gente se acercaba para hacer sentir a Lucas como un auténtico héroe mientras yo llamaba a mis compañeros por el móvil. A ellos les omití la historia de mi trompazo, simplemente les expliqué lo inteligente y hábil que era mi viejo sabueso. Ya lo dice el refrán "A cazador joven, perro viejo". Meses después, aquel mordisco de Lucas en el culo de aquel pervertido se convirtió en una de las mayores operaciones contra la pedofilia en internet. El cabrón del chucho se llevó hasta una mención en un periódico nacional.

Continuará

2 comentarios:

Zitrone dijo...

Eres un GENIO.

Aarón Blanco dijo...

Muy Railorigano, me gusta. Al igual que estoy disfrutando de todo lo leído en este blog. ¡menudo descubrimiento Vitote (el del bigote)!



Una sonrisa