jueves, 24 de abril de 2008

Versos Coagulados(II)

-Pensé que no tendrías cojones para enfrentarte a la realidad.

-Me van los retos- le dije intentando no colorear mis calzoncillos mientras lo soltaba. Aquel sitio daba realmente miedo. Todo el mundo en silencio, bebiendo líquidos leñosos en copas grandes. Había un maromo de dos por dos al final de la barra mirándome con los ojos inyectados en sangre. Yo desentonaba, con mi cuaderno amarillo, mi camiseta de los Beatles, y mis zapatillas de deporte.

-¿Qué bebes?.

-Whisky con coca cola- dije temiendo la respuesta.

-Cuando dijiste whisky pensé que realmente eras un tipo con agallas, un hombre de verdad- supuse en aquel momento que antes o después me acostumbraría a sus ironías, pero el cabrón está bajo tierra y todavía resuenan sus jilipolleces en mi coco.

-La bebida no define a un hombre.

-¿Y qué le define a un hombre Sócrates?

-Sus palabras- por fín dije algo sin que me temblara la voz.

-Entonces los vendedores son personas maravillosas, salvan vidas y si les aprietas un poquito te hacen una mamada. A la mierda las palabras, las palabras son las mayores mentirosas del mundo chavalín. Las usamos para construirles a los demás su realidad sobre nosotros, que es muy distinta a nuestra realidad. Lo único sincero que existe es el silencio. Paco, pónle a este chico whisky sólo, que está en edad de crecer.

Aquello sabía a lubricante de motosierra, por el regusto a madera que dejaba, pero en el estómago sentías una puñalada y en la cabeza un mazazo. Era lo más parecido a una paliza que me habían dado hasta entonces.

-Esa es tu libreta, chaval te sobreestimas. Nunca uses un cuaderno tan grande, los cuadernos grandes piden ser rellenados, y cuando quieres rellenar algo, de forma inconsciente lo rellenas del mismo contenido que tu colon. Las libretas pequeñas te hacen depurar los versos, no escribes al no ser que sea algo que realmente merezca la pena guardar. Pásamelo- comenzó a pasar las hojas mientras mordía lo que quedaba de un puro que apestaba a barato.

Se quedó allí, a la luz tenue y rojiza que iluminaba la barra, en silencio durante dos horas. Cada vez que intentaba decir algo me clavaba los ojos. Me bebí otras dos palizas y el maromo del final de la barra parecía menos amenazante. Seguramente pasaba allí las noches por miedo al contacto humano, o era el matón de alguien más bajito y con más dinero que él. Al fondo había una mujer de unos 30 años lamiéndole la oreja a un hombre con la mirada perdida en el infinito y la mano metida en su pantalón. El camarero parecía tener pegado a su labio inferior un cigarro que no ví apagado en ningún momento. Los minutos pasaban y las nauseas que me provocaba el olor de aquel antro se iban atenuando. Él seguía pasando las hojas, su cara no cambiaba de posición. Cuando terminó, cerró el cuaderno y lo puso sobre la barra, pegó un trago largo a su copa hasta dejar sólo un hielo. Mientras mordía el otro hielo me miraba a los ojos. Estaba esperando su veredicto, su patada en el culo o su palmada en mi hombro. Arrancó una hoja y sacó un mechero, cogió el resto del cuaderno y lo tiró al suelo.

- No, no me jodas, mierda es el trabajo de tres años.

-Empezaste con quince años ¿no?. Chico, la mayoría de ese cuaderno recibiría un trato de lujo si lo utilizase para limpiarme el culo. Vomitivo y pegajoso. Lo único que merece la pena es esta hoja- era un poema bastante reciente, lo escribí el día en que mi exnovia del instituto me dejó por un jilipollas que estudiaba derecho. Estaba realmente enamorado de aquella chica, era casi perfecta, casi, porque si no hubiese sido tan puta sería perfecta. Pero tampoco habría llegado a estar conmigo. Aquel poema lo escribí borracho aquella noche al llegar a casa, me la agarré llorona aquel día, incluso había borrones de tinta entre las cuadrículas por alguna lágrima suicida sobre el cuaderno.

-Este poema me dice que a lo mejor te puedo convertir en un hombre de verdad, toma y vete a tu casa. Vuelve mañana a las tres de mañana.

-Pero si tengo clase pasado mañana.

-A la poesía le da igual qué cojones tengas que hacer, ella viene a tí, si escapas nunca se quedará contigo.

Mientras el autobusero maldecía a todos los conductores del mundo y a la luz del atardecer yo leía una y otra vez aquel poema:

Sellaste mi memoria con cola hirviendo
oxidando con fluidos de otro mis entrañas
a pesar de ello todavía tengo las ganas
de atarte a mi cintura con sutura para hielo

porque eres puro hielo quemándome
vaciando mi estómago a ritmo sincopado
dilatas mi boca con tu sexo amargo
pero tengo ganas de con tu piel arroparme

una vez más y mil veces si te pones
a tiro entre ceja y ceja de mi pluma
te dedico sonetos que no se esfuman
ni cuando haces que caduquen...mis cajas de condones.

Pensé mucho sobre ese poemilla. Es cierto que lo escribí con dolor y desde el corazón, y salió sólo, sin planteamientos ni esquemas, libre y descorazonado. Pero también pervertido. Pensé " a este tipo le basta con que meta dos tacos entre verso y verso y algo sobre algún coño...se cree Bukowsky el muy cabrón", ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba, del lastre que son los prejuicios para el escritor.

Me tiré la noche en vela delante de una libreta pequeña que compré en la papelería de debajo de mi casa. No fuí capaz de escribir una sóla palabra. El whisky me hizo dormir como un niño sobre la mesa.

2 comentarios:

Zitrone dijo...

Hermoso.
Eres un tipo con un gran talento, Vitote. Siempre me sorprendes con tus escritos, pero espero que tu alma no esté tan atormentada como la de tus personajes.
Sigue. Por favor.
Besicos de limón

Aarón Blanco dijo...

El muy cabrón se cree Bukowski, le sienta bien esa faceta pero no llegará a viejo, por lo que no tendrá tiempo de hacerse tan pendejo como él. Mientras tanto tendrá la definición de su pluma en acción y un par de comentaristas absortos con la cabeza de Vitote que funciona como una moto.


una sonrisa